Cuando uno se plantea financiar un coche, lo primero que suele mirar es la cuota mensual. “¿Cuánto pagaré al mes?” es una pregunta lógica, pero muchas veces incompleta. Con tal de conseguir una cifra asequible, muchas financieras y concesionarios ofrecen hoy contratos de financiación a plazos larguísimos: 8, incluso 10 años. A simple vista puede parecer una solución ideal: pagas menos cada mes y puedes acceder a un coche mejor. Pero, ¿realmente es una buena idea?
La realidad es que la financiación a largo plazo es una herramienta que, si no se entiende bien, puede jugar en contra del consumidor. En este blog analizamos qué riesgos esconde, por qué puede salir más caro de lo que parece y qué alternativas existen.
El precio de la comodidad
Es normal querer que la letra mensual sea lo más baja posible. Pero cuanto más se alarga el plazo, más intereses pagas en total. A menudo, el consumidor se fija únicamente en que “pagará 180 €/mes” y no en el coste final del vehículo. En un contrato a 10 años, puedes acabar pagando entre un 30 % y un 50 % más que el precio inicial del coche.
Además, muchas veces no se explica con claridad qué tipo de interés se aplica ni si existen penalizaciones en caso de cancelación anticipada. Esto no solo complica la posibilidad de cambiar de vehículo en unos años, sino que puede limitarte económicamente durante una década entera.
Riesgo de sobreendeudamiento
Firmar una financiación a 96 o 120 meses implica comprometerse durante casi una década con un bien que se deprecia rápidamente. El coche, a los 5 años, ya habrá perdido gran parte de su valor, pero tú seguirás pagando como si fuera nuevo. Y si por cualquier motivo tus circunstancias cambian —un despido, una mudanza, una ampliación familiar—, cancelar el contrato puede salir muy caro.
En estos casos, muchas entidades imponen comisiones por amortización anticipada, lo que puede disuadir al consumidor de liberarse de la deuda. Incluso puede suceder que, al vender el coche, aún debas dinero al banco.
Falta de información clara
Otro de los grandes problemas de este tipo de financiaciones es la falta de transparencia. Muchos compradores no saben realmente qué TAE se les está aplicando, qué comisiones están incluidas o qué ocurre si se retrasan en un pago. En ocasiones, se les entrega el contrato justo en el momento de la firma, sin haber podido revisarlo previamente ni recibir una explicación clara de las condiciones.
Esto contradice la normativa de protección al consumidor, que exige que el cliente reciba toda la información con antelación suficiente, de forma clara, y que comprenda el impacto económico total del préstamo.
¿Qué se puede hacer?
Si ya has firmado una financiación a largo plazo y sospechas que las condiciones no eran del todo claras o que el interés aplicado es excesivo, es posible que puedas reclamar. Existen numerosos casos en los que los tribunales han considerado abusiva una TAE elevada o una comisión de apertura mal explicada.
También puedes estudiar si existe alguna cláusula que infrinja tu derecho a cancelar anticipadamente el contrato sin penalizaciones desproporcionadas. Y, por supuesto, si todavía estás valorando opciones de financiación, es fundamental revisar con calma el contrato antes de firmar. En Legiscar, por ejemplo, ofrecemos un análisis gratuito del contrato de financiación para ayudarte a decidir con toda la información sobre la mesa.
Conclusión
Una cuota baja no siempre es sinónimo de una buena financiación. Los contratos a 8 o 10 años pueden resultar cómodos al principio, pero esconder costes a largo plazo que acaban haciendo que el coche te salga mucho más caro de lo esperado. Antes de firmar, infórmate. Y si ya lo has hecho, pero crees que las condiciones fueron abusivas, aún estás a tiempo de actuar.
En Legiscar estamos para ayudarte a recuperar lo que es tuyo.